
¡Por fin hemos conseguido jugar una partida a 5 jugadores a esta joyita de juego: Pequeños Grandes Reinos!
Aprovechando que estábamos de visita en casa de unos amigos y que mi peque se lleva el juego a todas partes debido al reducido tamaño de caja que tiene, pues los enanos sacaron el tema como quien no quiere la cosa después de la merienda… “¿alguien quiere echar una partida a un juego nuevo que me he traído?” Por supuesto, todo el mundo esperaba que fuese un parchís o una oca (que por otra parte son unos juegos muy dignos, todo sea dicho de paso), pero no, mi enana sacó de su “bolso de mano” Pequeños Grandes Reinos.
Tras la sorpresa inicial y varias preguntas del tipo “¿y en esa caja tan pequeña qué hay?¿un juego de cartas?”, y el despliegue de tablero a cinco jugadores que mis hijos realizaron de forma muy eficiente, comenzó el turno de la explicación de las reglas para dar comienzo a la partida.
Ya se sabe que demasiada información en un corto espacio de tiempo es malo, por lo que la primera partida transcurrió un poco lenta, puesto que a cada jugada que se realizaba surgían más y más preguntas de qué pasaría si…..
Finalmente, ganó mi enana de 10 años (como no, está hecha una máquina en estos temas de la estrategia). Como todo el mundo sabe, a nadie le sienta bien perder, por lo que se decidió que esa primera partida no valía, porque era de prueba, no habían jugado bien desde el principio, los pilares de la puntuación final no los tenían claros, etc, etc, etc, y se decidió jugar una segunda partida.
¡Ilusos!

Yo que estoy acostumbrada a la cabecita pensante de mi hija me di cuenta enseguida del gran error que estaban cometiendo: la estaban subestimando. Estaban dando por hecho que en la siguiente partida, si comenzaban a jugar bien superarían sin problemas a mi hija, puesto que es pequeña….
Y pasó lo que tenía que pasar: mi hija volvió a ganar. Cierto es que el resto de jugadores hizo una partida mucho más estructurada y las puntuaciones que alcanzaron fueron más altas, pero para nada se aproximaban a esos 18 puntazos que alcanzó la niña, seguida de cerca por mi otro peque de 7 años, que alcanzó la no despreciable cifra de 15 puntos. Yo llegué a los 14, y de ahí, todos para abajo.
En un par de horas habíamos machacado a la hospitalaria familia que nos dio de merendar… pero sin rencores, que esto es un juego y se trata de pasarlo bien. 😛
Por cierto, la hospitalaria familia se quedó con ganas de repetir! Lo que augura otra gloriosa merienda más adelante. Jejeje.