
Este fin de semana ha tocado jugar en familia, y seleccionamos un juego bastante diferente al que estamos acostumbrados. El juego en cuestión ha sido Sherlock Holmes: detective asesor.
En este juego no hay tablero, no hay fichas y lo más importante es tener un buen block de notas en el que ir apuntando todo lo que te llame la atención. También hay que tener una buena organización en las notas que tomas, ya que al principio son poquitas, pero a medida que se va desarrollando el juego puedes tener tal jaleo de papeles que ni siquiera el que toma las notas es capaz de aclararse.
El objetivo del juego es esclarecer un delito cometido en la ciudad de Londres al más puro estilo de los libros de Sir Conan Doyle a través de una serie de pistas que se van desvelando a medida que se van siguiendo otras pistas anteriores. Se puede jugar bien por separado bien todos juntos en colaboración.
En nuestro caso, se formaron cuatro grupos de investigación, y uno de ellos éramos mi peque y yo. Al principio estábamos muy atentos a todo lo que se decía, y ella apuntaba de todo en el block de notas, pero a medida que avanzó la partida, cada vez se hacía más difícil estar pendiente de toda la historia y se perdían muchos detalles, entre otras cosas porque el conjunto de jugadores que éramos tampoco estaban disfrutando mucho de la partida.
Finalmente, y tras dos horas largas de juego, decidimos lanzar un órdago con las pistas que teníamos para finalizar la partida y deducir, apenas sin base, quién era el autor del delito cometido (en la historia que jugamos era un asesinato).
Solo dos grupos acertamos el asesino (el de mi peque y el mío y otro más), pero el resto de las tramas por resolver… pues no, porque la verdad es que la partida debería haber sido mucho más larga para poder entender toda la trama que existía.
En definitiva, el juego está bastante bien si es un grupo de personas con capacidad de atención durante dos o tres horas, que trabajen de forma cooperativa (el menos por grupos) y que estén a lo que están. En el momento que alguno de los participantes (sea grupo o persona) comienza a desvariar, a decir que es un tostón o a interrumpir el juego con motivos variados, la verdad es que se pierde la atomósfera del juego y no resulta tan interesante como podría llegar a ser.
Por supuesto, para el otro peque de 7 años este juego es impensable, ya que nada más que intuyó la temática del juego perdió totalmente el interés por el mismo.