
Ayer nos dimos una vuelta por el primer mercadillo de juegos de mesa que en este 2016 ha celebrado la asociación Queremos Jugar en Sevilla.
El mercadillo se planteaba por una parte como una oportunidad para conseguir juegos de mesa de segunda mano (y algunos hasta precintados) a mejores precios que en las tiendas, y por otra parte como una convivencia – jornada de juegos de mesa para aquellos que así lo deseasen.
Mis peques, por supuesto, no querían ir a echar un vistazo y volvernos para casa, así es que lo organizamos todo para pasar allí el día: un poco de comida para compartir, unos hielos y algo de dinero para el mercadillo. Todo listo! Además, el día acompañaba muchísimos: un sol estupendo y algo de calor (o un mucho, depende de a quién le preguntéis). ¿Y salimos temprano de casa? Pues va a ser que no, porque como en la cenicienta, antes de salir de casa había que poner lavadoras, organizar los dormitorios, recoger un poco los tratos que había por medio…
Al final llegamos casi a la una del mediodía, y por supuesto, ya se habían vendido un gran número de juegos, pero aún así encontramos unos pocos que nos llamaban la atención. Mis peques se habían llevado algo de sus ahorros para comprarse juegos, siempre previa advertencia que toda madre hace en esos casos “solo hay que comprar si os gusta algo, que gastar por gastar no está bien.” Y mientras la mamá los alecciona, en su cabecita suena esa voz en off que, afortunadamente para ellos, los padres no escuchamos: “Ja!! Mientras me quede un centimito que gastar, intentaré gastarlo!”.

Mi hijo, nada más llegar, se enamoró de un Wings of War. Amor es quedarse corto… esas miniaturas… esas hélices… Costaba todo lo que llevaba, pero le daba igual, lo quería! Y como no soy nadie para luchar contra el amor (que lo he puesto así, de forma poética, pero la verdad es que no se me ocurrían más argumentos a parte de los típicos: es muy difícil de jugar, te quedas sin un duro, a lo mejor hay otro que te gusta más…), se lo compró sin casi mirar ningún otro juego. Lo bueno fue que luego, mientras miraba otros, no se arrepintió en ningún momento de su compra.



Mi hija sí tardó más en dar una vuelta por los juegos disponibles y empezó a hacer cábalas: “como tengo X euros, me puedo comprar uno de X euros o dos de X/2 euros…. y si son baratos me puedo comprar lo más grande… ¿Cuántos me puedo llevar, mamá?” Y después de dejar claro que no iba a permitir en casa la entrada de un número elevado de bultos (daba igual su volumen reducido) llegamos al consenso de que dos estaba bien. Efectivamente se compró dos que cuadraban exactamente con la cantidad que llevaba encima. Luego le puso ojitos de gatito de Shrek al vendedor de los juegos, y se llevó de regalo uno de cartas… ¡Ains, si es que desde pequeños somos unos manipuladores natos!

Una vez que conseguí desincrustar los juegos de sus manos (no había manera de que los soltasen) y de que comiésemos, nos echamos unas partidas al Five Tribes (que era nuestro y estuvimos enseñando cómo jugarlo) y al Interferencias (que causó sensación entre mis peques; ya os contaré).

Al final de la tarde regresamos a casa, cargados con nueva mercancía y cansados, cansados pero eufóricos. Muy buen día, y a mi entender, muy buena compra. Gracias a Queremos Jugar y, en especial, a los organizadores del mercadillo (sobretodo a esa persona encantadora que le regaló el juego a mi hija).
Hasta la próxima!
¿Vosotros fuisteis al mercadillo? ¿Comprasteis algo? ¿ Qué os hubieseis comprado? Dadnos ideas sobre qué buscar en próximos mercadillos!